Probablemente si empiezo diciendo que la música es un estímulo que provoca placer (excepto a aquellas personas que padecen de amusia) no estoy descubriendo nada nuevo. Pero te has preguntado alguna vez por qué. Si quieres saber qué le hace la música a nuestro cerebro, quédate y sigue leyendo.
¿Qué ocurre cuando escuchamos una melodía? Nuestras orejas dirigen el sonido hasta nuestro oído interno, donde el tímpano, los huesos auditivos y el caracol procesan la onda mecánica convirtiéndolo en un estímulo que viaja por nuestras nueronas hasta la corteza auditiva. Hasta aquí, hemos explicado el circuito que sigue el sonido. Pero esto por sí mismo no explica por qué la música nos hace sentir. Y es que esta capacidad es uno de los grandes beneficios que tiene la música sobre nosotros, la música nos emociona. Pensemos sino en una película de terror, en el momento de máxima tensión, la banda sonora que acompaña a la imagen crea una atmósfera de angustia y estrés que pone alerta al espectador, el cual intuye que algún peligro acecha a los personajes. Esta música nos está generando miedo, estrés, angustia o ansiedad. En otro contexto podemos usar la música para relajarnos, como de hecho suele ser habitual en clases de meditación o yoga. Para ello necesitamos una melodía instrumental, armónica, con un ritmo sencillo y con un tempo preferiblemente inferior al de nuestra tasa cardiaca. Sin embargo si en lugar de clase de yoga hemos salido a correr, seguramente nos pondremos un tipo de música de ritmos rápidos y complejos que actuará como fuente de motivación para realizar el esfuerzo que la tarea requiere. Aunque la respuesta musical es algo extremadamente individual y depende en gran medida del fondo cultural musical de cada persona, sí podemos afirmar a rasgos generales que escuchar música es una actividad agradable, que provoca bienestar y que beneficia al sistema nervioso. En el caso de la música relajante, produciendo serotonina que ayuda a reducir los niveles de cortisol en nuestro cerebro (hormona responsable del estrés y la ansiedad).
Esto ocurre gracias a la interconexión de varios sistemas cerebrales. Anteriormente has podido leer que la música llega hasta la corteza auditiva, lo interesante es que no se queda ahí. Existe una vía llamada mesocorticolímbica que lleva los estímulos musicales hasta el sistema límbico, encargado de procesar las emociones. En concreto, hasta el núcleo accumbens que se encarga de nuestro centro de recompensa. Esto hace que la música sea un premio para nuestro cerebro que libera dopamina al igual que con la comida o el sexo.
Además existe evidencia de la relación entre la música y la neuroplasticidad cerebral. Según la neurobióloga Mara Dierssen, los músicos desarrollan más ciertas capacidades como mayor competencia para tomar decisiones, focalizar la atención y analizar la información.
En resumen, podemos afirmar que escuchar música es una actividad altamente beneficiosa para nuestra mente, que nuestro cerebro lo recibe como un premio y que nuestras emociones se potencian o se inhiben en función de nuestro bagaje y nuestra elección musical. Por último, cabe destacar que escuchar música con más personas produce una sincronización grupal de algunos sistemas cerebrales relacionados con el procesamiento musical, efecto que se da especialmente en conciertos, por lo que nos ayuda a la socialización.
Dicho todo esto, no queda más que pedirte que te pongas tu canción favorita y dejes que tu centro del placer haga su trabajo.
“Sin música, la vida sería un error” Nietzsche.